Sin ganas de nada, en pleno estado otoñal, sin un hombro en el que resguardar mi cabeza del frío, bajo la lluvia inmensa del alma, la tristeza y la desgana de no poder contemplar los rayos de sol desde tu ventana, la ventana desde la que nunca divise el horizonte despejado de obstáculos, el presente abierto ante mi. Sueños y sueños, ilusiones cada vez más ahogadas en el fondo de un vaso que retornan en esas noches de invierno cuasi solitarias en las que reniego del presente y disfrazo el pasado con disimulo, para que nadie aprecie que no encuentro consuelo.
Por siempre
Te vas... Y yo me quedo inerte, añorando tus costumbres, tu amor incondicional, el peso de tu cuerpo sobre el mío, tus cuidados y los míos. Tus recuerdos mojan el papel sobre el que escribo, y vuelvo a echar de menos en superlativo. No encuentro nada que haga justicia a esa capacidad de darlo todo sin esperar nada, no encuentro la manera de dejarte ir sin que se haga justicia, igual que no veo justo que te hayas ido. Decirte que te quiero me parece excaso y excesivamente vulgar, nosotros éramos mucho más que eso, las uniones tan fuertes sobrepasan el amor, son simbiosis de almas que se pertenecen sin pertenecerse. Tu mirada, tus pasos por la casa, tu eterna bondad sobrepasan mi tristeza y la convierten en dolor del que no puedo salir. Aún es pronto, aún no me hago a la idea de no despertarme con tus ruidos, con tus llamadas de atención. Aún no concibo este tiempo sin ti, sin nuestras cosas, sin tu cariño, sin tu mirada. Quizás me quieras recordar de nuevo lo efímero de la vida, qu...
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